domingo, 7 de abril de 2013

La transformación de un cuaderno en espejo

Cuando vas a la escuela, algo muy importante en lo que piensan los padres es: “Debe tener todos sus útiles, para que pueda aprender lo mejor que pueda”; es así como antes de ir a la escuela empieza es aventura de explorar todo eso que necesitarás para la gran osadía aprender. Cuando te entregan el morral ves que dentro hay un sinnúmero de elementos que muchas veces has utilizado, pero que ahora en la escuela tomarán una valor mucho más importantes. Esos elementos tienen ahora la responsabilidad de convertirse en las herramientas para empezar a ser esa persona que poco a poco soñarás con ser y en la que te disfrazarás, la que imitarás y hasta odiarás en algún momento.
Dentro de todo ese mundo de herramientas encontrarás el cuaderno, un objeto útil – muy útil por cierto- que tendrá una gran evolución en tu vida escolar, tanto en la apariencia como en su uso.
Los cuadernos en los grados de pre-escolar y primaria, son herramientas utilizadas principalmente como un baúl donde debes guardar todos los saberes y conocimientos que en la escuela el maestro te brinde, es allí donde debes almacenar la mayor cantidad de información que demuestre que en verdad estás aprendiendo, o por lo menos eso es lo que por mucho tiempo nos han hecho creer en la escuela. Yo recuerdo que anteriormente, cuando estaba en la primaria, mi maestra me decía que un cuaderno, para ser un buen cuaderno, debía estar muy bien cuidado, pero los cuidados no eran solo no arrugarlos, debían tener esa línea roja que marcábamos alrededor del marco, la cual veías y sabías que no podía pasar, era el límite de la imaginación, el lugar imposible de pasar. Pasar esa línea era dañar todo un trabajo que con esfuerzo habías conseguido, era invadir un espacio que no era tuyo, que era del cuaderno, que lo hacía bonito. ¡Y Roja! ¡La línea debía ser roja! ¿por qué roja? Era como mirarla y que alguien te estuviese diciendo: ¡Detente! No puedes pasar, ese no es tu espacio.
Además de eso, los cuadernos debían estar forrados con un plástico para que se dañaran por fuera; estos plásticos eran como un papel que se pegaba al dibujo del cuaderno y no dejaban que se raspara y muchas veces ni dejaba       que se viera. Cuando grande, ya pensando en la utilidad de dicho papel protector, me pregunté: ¿No daba igual que se raspara la pasta del cuaderno a que se raspara el forro?, es decir, ¿De igual manera no se dañaba la presentación del cuaderno que era lo que se quería cuidar?. Además de eso, cuando vamos a comprar los cuadernos, lo primero que miramos es en tener un dibujo de portada que nos guste, una muñeca que nos parezca linda, a los niños un super héroe, o unos animalitos (para lo que éramos amantes a los animales), entonces ¿qué sentido tenía poner un forro que no dejaba ver el dibujo que con tanto esfuerzo quisimos elegir para ver?. Son cosas que ahora, cuando grande no le encontramos sentido, y, quizá, por ello preferimos ahora las agendas con diseños personales y sin ningún tipo de protección.

Luego, cuando ya avanzamos en los grados y entramos a la secundaria, nuestros cuadernos se vuelven mucho más personales. Además de las tareas de la escuela, el cuaderno se convierte en la mayor distracción en el aula de clase cuando no queremos atender al maestro, ¿o no les ha pasado que toman su cuaderno y empiezan a dibujar? El cuaderno se vuelve el cómplice de aventuras imaginarias, cuando no queremos preocuparnos por el nuevo tema que no conocemos y que nos es difícil entender. En él dibujamos caricaturas que nos han marcado, sus hojas son cómplices y nuestra primeras cartas de amor, y qué decir de los aviones que vuelan por los aires como nuestra inspiración, cuando pensamos en la niña o el niño que nos gusta.Es ahí cuando ya deja de ser solo un cuaderno de responsabilidades, para convertirse en un amigo que dura menos tiempo en nuestras manos, por el uso que le damos a las hojas más allá de tomar apuntes o hacer tareas. Y, también, es ahí donde el cuaderno se vuelve como una representación de lo que eres; su orden, los detalles, los mensajes, los garabatos, las notas, todo se vuelve una marca personal. El cuaderno se ha hecho más que una herramienta, es una parte de ti que no está dentro de ti y que puedes ver como un espejo. 

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