Por: Elemileth Aguirre Escudero
Todos conocemos las clásicas historias de amor entre
la dama y el vagabundo, la pobre señorita que conoce a su príncipe y gracias a
una zapatilla logra conseguir su amor, la princesa que transforma en príncipe a
un sapo encantado; todas aquellas historias de amor que nos hablan de príncipes
y princesas, que al final del cuento viven felices para siempre y que vencen a
la bruja malvada, a los ogros y a cualquier obstáculo que pretenda impedir su
grandiosa historia de amor, pero ¿Son posibles realmente estas historias de
amor? ¿Existen los príncipes a caballo que salvan a princesas y luchan con
espadas para liberarlas de los malvados? En un mundo como el que vivimos
actualmente dudo mucho que podamos responder que sí, pero al escuchar las
historias de los abuelos nos sorprenderíamos de lo asombrosas que pueden llegar
a ser sus aventuras de juventud y lo que en sus tiempo fueron sus fantásticas
historias de amor, las cuales no distan mucho de ser “un cuento de hadas”.
Rosalía es una anciana de cerca de 83 años, morena,
de cabellos blancos como la nieve y de mirada profunda, que recuerda la
historia de su vida como un manuscrito escrito como plumas de acero, teniendo
presente cada detalle que la enriqueció, que llenó de vida y color cada
instante compartido con su familia, sus amigos, y, cómo olvidarlo, con aquellos
amores inesperados y desventurados que marcaron su existencia y le enseñaron
que cada persona que llega a nuestra vida es para alimentarla, para darle un
nuevo sabor, para dejarle algo más que amar y para aprender a fortalecer su
corazón. Sentada en el patio de una tradicional casa en un barrio popular de la
antigua Cartagena, con la brisa bordeando su rostro lleno de arrugas que nos relatan
los años de historias vividas con el sol resplandeciendo el cual resalta el
brillo de sus ojos, y bajo la sombra de un árbol de níspero, fruta que, nos
confiesa, es su mayor deleite desde que es una niña.
Esta hermosa viejita, llena de canas y con una
encantadora sonrisa que nos deja ver un profundo abismo sin dientes no cuenta
su hermosa historia de amor, “los príncipes sí existen – nos dice – pero no son
como nos cuentan en los cuentos. Yo tuve varios príncipes en mi vida y son muy
bellos”. Rosalía nos cuenta, mientras mirando a lo lejos hace
un esfuerzo por acordarse del nombre, que en su adolescencia tuvo su primer
novio a los 13 años a escondidas de su padre. Era un joven 6 años mayor que
ella y pertenecía a una familia que tiempo antes había tenido enfrentamientos
con la familia del Don José, su padre, y que por ello le era imposible aceptar
algún tipo de relación con el muchacho – por eso de que las riñas entre familia
son heredadas – y que mucho menos aceptaría siendo él un adulto mientras ella
era tan solo una niña. Pero a pesar de las adversidades ellos mantenían esa
linda relación que, como nis dice ella: “Éramos unos novios como los de esa
época, solo nos agarrábamos la mano, y cuando nos veíamos era para contarnos lo
que habíamos hecho en el día y hablar de cuando nos casáramos, aunque sabíamos
que nuestros papás no nos dejarían. No éramos como esos muchachitos de ahora
que no respetan y que ya quieren que las novias sean sus mujeres sin haberlas
pedido en la casa. Nosotros nos queríamos, aunque él sabía que yo era una niña,
pero me quería y me respetaba. Me llevaba chocolates y dulces y a veces iba al
colegio y me esperaba afuera para acompañarme hasta la esquina antes de mi
casa, porque mi papá no lo podía ver”.
Es curioso ver cómo Doña Rosalía, aunque no recuerda
detalles tan superfluos como el nombre de su amado, sí recuerda cada detalle
que hacía de esa relación algo importante. Me brindó un cafecito y me invitó a
sentarnos en la terraza porque “ya estaba entrando mucho el sol al patio”, allí
me contó cómo llegó a vivir el hecho más insólito que según ella le hace
recordar a su primer príncipe.
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Ya con la curiosidad que me inspiró el saber cuál
era ese hecho trascendental, y con la confianza que ya Doña Rosalía me había
brindado, me atreví a insistir hasta lograr que me contara la gran historia.
Ella con una gran carcajada, con sus arrugas más marcadas y con un brillo en
ojos accedió.
“Pues mijo – prosiguió – lo que pasa es que cuando
yo cumplí los 15 años mi papá me hizo una fiesta muy bonita en un Club acá en
Cartagena, que se llamaba San Fernando Country Club, que en ese tiempo era una
de los más pupis y elegantes y todos querían una fiesta allá. Bueno, resulta
que mi papá no había invitado a mi novio, porque él no lo quería y no quería
que estuviera ahí, ni que fuera mi novio, pero mi novio se emborrachó y llegó a
la fiesta montado en un caballo gritando que él era mi novio y que no le
importaba que mi papá no lo quisiera”. Además de mi cara de sorpresa, no pude contener mi
risa. Es increíble que estas cosas, como sacadas de un cuento de hadas, en
realidad sucedan en la vida real – pensé. Doña Rosalía, estaba muy emocionada
contando su historia y reía como si estuviese viendo en ese momento el mismo
suceso pero sucediéndole a otra persona. ¿Y usted qué hizo? Porque eso no es
algo que sucede muy a menudo, pregunté. “Pues al principio me dio mucha risa,
pero al ver a mi papá tan bravo (enojado) tuve mucho miedo y quise salir
corriendo, pero mi papá hizo que lo sacaran de la fiesta y me encerró a mí en
una habitación, y no me dejó salir por un buen rato. Los invitados creían que
era algún loco que se había colado y quería dañar la fiesta, pero los que lo
conocían sabían que todo era verdad”.
Resulta asombroso que creamos que esta historias de
amor de los cuentos puedan pasar en la vida real, amores furtivos de cartas y
romances a la antigua, caballeros que aparecen ante el ogro malvado demostrando
su valor y defendiendo su amor, celestinas que ayudan a que este sentimiento no
decaiga, y miles de detalles fantásticos que al ver los ojos de Rosalía nos
hacen creer que los cuentos de hadas pueden ser cuentos reales. Y es que, quién
no desea ser un príncipe y salvar a su princesa por amor.
Luego de la gran emoción, Rosalía cuenta que por
diferentes circunstancias se separaron, él tuvo una mujer, ella se caso y sus
vidas, sus profesiones y sus familias los fueron distanciando poco a poco, pero
que aún, después de tanto tiempo, al
encontrarse él le recuerda que ella es su único y verdadero amor, y que cuando
mueran su mayor deseo es sean enterrados juntos y descansar por siempre unidos.
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